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POR: EL COLOMBIANO 
POR NELSON MATTA COLORADO
| PUBLICADO 13/06/2019
En el fondo de su corazón, William Alexis Zapata Tamayo sabía que cobrarle dinero al jefe de una red de sicarios implicaba un enorme peligro, así que buscó acompañantes. Invitó a alias “666” y a “Japo”, dos feroces integrantes de la banda “los Triana”, y se los llevó como escoltas a una cita de la que podían salir millonarios o en tres ataúdes.

Con ellos abordó el taxi en el barrio Santa Cruz, del nororiente de Medellín, en la noche del 6 de marzo de 2017, y salió rumbo a San Joaquín. Allá lo estaría esperando “Santiago”, el hombre que, según él, lo contrató para coordinar los homicidios de unos ciudadanos árabes en Europa.

 

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Durante el trayecto, Zapata recibió varias llamadas de la esposa de aquel personaje, quien le preguntaba las placas del vehículo y por dónde iban.

A las 8:30 p.m. arribaron al vecindario y un automóvil rojo le cerró el camino al taxista. De una tienda aledaña salió un desconocido, alto y flaco como la parca, y se paró detrás del taxi. Nadie pudo reaccionar.

El mercenario los acribilló a través del vidrio trasero. En la silla de atrás iban “Japo” y “666”, quienes llevaron la peor parte. Zapata, que estaba de copiloto, abrió la puerta y rodó al asfalto. Corrió lo más rápido que pudo, y con el rabillo del ojo alcanzó a ver cuando una moto BWS roja y negra recogía al matón.

Apenas cesaron las detonaciones, el taxista, acurrucado en su asiento, se percató de que ninguna bala lo había traspasado. Tardó un momento en comprender el milagro, pero los gemidos de los pasajeros lo sacaron del trance. Aceleró y los condujo hasta la Policlínica; horas más tarde los médicos registraron los decesos de Jeison Stiven Cano Pérez (“666”) y Nelson Alexánder Ruiz Botero (“Japo”).

Zapata llegó al CAI de La Macarena y los policías lo llevaron a la sede de la Sijín, donde dio una versión falsa de la historia.

Según el expediente, conocido por EL COLOMBIANO, dijo que era albañil y que había acudido a la reunión porque su jefe le pagaría $4 millones que le debía por labores de construcción.

Tras el entierro de los parceros, los días siguientes fueron de máxima tensión para Zapata, quien vivía escondido. “Santiago” estuvo dando vueltas por su casa en una camioneta gris, preguntando si él también había muerto en el ataque, y de “los Triana” llegaron amenazas en su contra para que guardara silencio.

La situación ofuscó al sobreviviente y se presentó después en la Fiscalía, dispuesto a contar todo lo que sabía. Su relato, que dejó boquiabiertos a los investigadores, expuso los secretos de una presunta empresa criminal dedicada a reclutar mercenarios del nororiente de Medellín para mandarlos a aniquilar extranjeros al Viejo Continente.

La red de reclutamiento
En su declaración del 15 de junio del 2017, con 21 años cumplidos y bajo la gravedad de juramento, William Zapata contó que se crió en la comuna 2 (Santa Cruz) y que apenas estudió hasta los 12, retirándose cuando cursaba el segundo grado de primaria.

“Empecé a trabajar con ‘los Triana’ en Santa Cruz, haciendo mandados y transportando vicio. Ya en 2013 mi función era celar las calles, prestando seguridad de las 7:00 p.m. a las 6:00 a.m., me pagaban $60.000 semanales, todos los martes”, narró Zapata, a quien sus compinches rebautizaron en ese entonces con el mote de “Chumilito”.

A los dos años conoció a “Chapo”, un coordinador de la banda, quien lo introdujo en el despiadado mundo del sicariato y le asignó sus primeros blancos en la ciudad. La confianza que le generó Zapata en esas lides lo motivó a recomendárselo a “el Coste”, un paramilitar desmovilizado, oriundo del municipio antioqueño de Apartadó, quien involucraría al muchacho en la trama internacional.

“Ese negro se mantiene entre Medellín y Cali y tiene el negocio de enviar personas a Europa a matar árabes”, explicó Zapata a las autoridades. “Él se encarga de ir endulzando a los pelaos para mandarlos. Llevan manes y viejas, a ellas las usan para picar arrastre (atraer a la víctima) o para entrar a los negocios (establecimientos) a buscar gente”.

El testigo precisó que a los elegidos les compraban tiquetes aéreos en un mall de la Avenida Oriental, en el Centro; les daban 2.000 euros de viáticos iniciales, les pagaban el pasaporte, los trámites de visado y una dotación de ropa adquirida en un centro comercial de El Poblado, específicamente en una costosa tienda de moda de una marca española. En algunos casos, los jóvenes recibían tratamientos capilares y de ortodoncia.

“Un día me llevaron al centro comercial y me presentaron a ‘Santiago’. Me dijo que escogiera 5 millones de pesos en ropa de esa tienda, pagó en efectivo y luego nos sentamos afuera. Me ofreció irme para Europa como jefe de sicarios, yo le dije que sí. Tenía que coordinar a cinco pelaos que estaban en Amsterdam, París y Barcelona. Mi función era administrar el dinero y la logística que ellos necesitaran para los homicidios”, recalcó en su testimonio.

El 22 de noviembre de 2016 arribó al aeropuerto Charles de Gaulle de París y fue recibido por su enlace, “el Monito de Pereira”, quien le entregó cinco fotos de dos árabes que debían eliminar, y le presentó a los noveles mercenarios que los ejecutarían: “Nando”, “Sebastián” y “Jonathan”.

Un equipo, conformado por “Nando” y “el Monito de Pereira”, viajó a España para ubicar al primer objetivo; los demás a Holanda, en pos del segundo. Cada semana, “Santiago” les enviaba una encomienda de 10.000 euros, que Zapata distribuía entre todos.

En esa travesía se enteró que el máximo líder de la cofradía, por encima del mismo “Santiago”, era un enigmático residente de París que nunca daba la cara. Los demás le decían, con cierta reverencia, “el Bueno y el Malo”.

“Estando en Holanda, al señor que íbamos a matar era un político árabe con mucha plata, pero no nos salía, aun teniendo la colaboración de un amigo de él, al que ‘el Monito de Pereira’ había contactado. A ese amigo le dieron 100 millones de pesos para que lo sacara, siempre nos decía que iba a llegar a un restaurante, pero no aparecía. Estábamos en esas cuando me llamaron para que viajara España, a verificar la muerte del otro árabe”, prosiguió el relato.

Aseveró que lo aniquilaron en un restaurante de Barcelona, el 20 de diciembre de 2016, porque el mes de octubre anterior le había pegado a la mamá de “Santiago” en una discoteca.

La investigación aún está en la etapa preliminar en la Fiscalía, por lo que este homicidio no ha sido corroborado en conjunto con autoridades españolas.

EL COLOMBIANO consultó el caso con sus pares ibéricos y encontró un episodio similar a la descripción del testigo. La Agencia EFE y el Diario de Terrassa reportaron en esa fecha un ataque de hombres armados en un establecimiento público de Terrasa, un municipio de la provincia de Barcelona.

La víctima fue un hombre, cuya identidad no suministraron las autoridades en ese instante, que llegó con cuatro heridas de bala al hospital, mientras los agresores huían en moto. La Policía local afirmó que su condición era estable y que la hipótesis del atentado era un ajuste de cuentas por narcotráfico.

Sicarios de exportación
Desde los 80, cuando el cartel de Medellín extendía su oscura influencia por fuera de Colombia, se hicieron evidentes los viajes de sicarios de la capital antioqueña para cometer homicidios en el extranjero (ver cronología).

Uno de los crímenes más recordados de aquel entonces fue perpetrado en 1986 en Baton Rouge, Estados Unidos. La víctima fue Barry Seal, un piloto estadounidense que trabajó para el cartel y filtró información a la DEA. Los homicidas fueron Bernardo Vásquez, Luis Quintero Cruz y Miguel Vélez, a quienes arrestaron antes de abandonar ese país; a los dos últimos los condenaron a cadena perpetua.

El modelo criminal fue evolucionando con el tiempo, al punto de que las principales estructuras mafiosas, como el cartel del Norte del Valle, “la Oficina”, “los Rastrojos” y el “Clan del Golfo”, conformaron células sicariales que permanecían en el exterior. Las autoridades detectaron facciones de este tipo en América y Europa, con énfasis en México, Costa Rica, Panamá, Bolivia, Venezuela, Ecuador, Perú, Holanda y España.

En esta última nación, el fenómeno tuvo auge entre 2013 y 2014, cuando investigaciones conjuntas sacaron a la luz pública la existencia de ocho oficinas de cobro formadas por colombianos, tal cual denunció este diario en su momento. Tres de ellas eran lideradas por delincuentes del Valle de Aburrá: “el Ratón”, “el Ronco” y “el Brother” (ver el recuadro).

EL COLOMBIANO indagó sobre este asunto con agentes de Inteligencia. Uno de ellos, bajo reserva de identidad, argumentó que hoy esos servicios de sicariato internacional suelen ser tercerizados, es decir, por subcontratos con grupos de mercenarios independientes.

“Estas redes no envían a cualquier persona. Buscan jóvenes que hayan prestado servicio militar y sepan manejar armas, o que tengan experiencia delincuencial, pero sin antecedentes judiciales que afecten el trámite de la visa. De los grupos que ofrezcan ese servicio, hemos sabido de ‘la Terraza’, ‘los Triana’ y el ‘Clan del Golfo’”, detalló la fuente.

Los reclutados no solo viajan para apretar el gatillo, también participan en secuestros extorsivos, cobros de deudas del narcotráfico, son escoltas de capos y de cargamentos. En tiempos recientes han apoyado otros negocios, según afirmó otro investigador: “Varios colombianos están yendo a otros países a montar redes de pagadiario. Esos prestamistas necesitan sicarios que intimiden a los morosos”.

Uno de los personajes ligados a este caso es Edilberto Oliveros Correa (“Mundo Malo”), jefe de la banda “la Silla”, de la comuna 1 (Popular) de Medellín. Entre 2014 y 2015 llevó el pagadiario a Chile, hasta su deportación el 15 de julio de ese último año. De acuerdo con la Policía, para sostener dicha renta ilegal volaban con frecuencia a la nación austral dos de sus lugartenientes, “Cala” y “Válvula”, quienes cobraban la plata a los deudores.

Registros de la prensa internacional dan cuenta de que el “gota gota” ya se esparció por toda América, en cabeza de colombianos que amalgaman la usura con la violencia.

Los implicados en las redes de mercenarios internacionales se arriesgan a ser juzgados por sistemas penales más severos que el colombiano, exponiéndose, como sucedió con los homicidas de Barry Seal, a morir tras las rejas en una patria ajena.

La estructura sigue activa
Zapata regresó a su barriada en febrero de 2017, por orden de “Santiago”. El 6 de marzo siguiente recibió su fatídica llamada, en la cual lo citaba para pagarle en San Joaquín. Por los servicios prestados en el extranjero el botín prometido era de 240 millones de pesos, no de “pinches” $4 millones, como mintió en su primera declaración judicial, cuando aseveró que era un simple albañil.

Después del atentado en el que perdió a sus dos amigos, decidió convertirse en declarante de la Fiscalía, a cambio de protección para él y su familia. “‘Los Triana’ me tienen amenazado, la preocupación de ellos es porque tienen miedo de que yo hable, porque los conozco a todos y sé lo que ha hecho cada uno, sé básicamente cómo acabarlos”, sentenció Zapata en una de las entrevistas con los investigadores.

La Fiscalía tramitó su inclusión en el Programa de Protección a Víctimas y Testigos y, con apoyo de la Alcaldía, el informante fue trasladado a un albergue en el barrio Prado Centro.

Con los datos que aportó, los agentes obtuvieron nueva evidencia en el proceso penal contra “los Triana” y abrieron otro expediente para escudriñar los alcances de la red de exportación de sicarios, pero Zapata, el mercenario que quiso redimirse, no tuvo un final feliz.

El 16 de febrero de 2018 estaba afuera del albergue, cuando vio que la muerte venía en motocicleta. Trató de huir y las balas se lo impidieron. Cayó en la acera y lo remataron sin misericordia. Un proyectil se desvió del camino y lesionó al chofer de un camión que pasaba cerca. Los verdugos se esfumaron antes de que llegara la Policía.

Para la Fiscalía, la organización de asesinos internacionales sigue activa, buscando jóvenes en la ciudad para enviarlos a derramar sangre a tierras lejanas, aunque nadie les garantice que al regresar no sufran el mismo destino.

https://www.elcolombiano.com/antioquia/seguridad/investigan-red-que-exportaria-sicarios-desde-medellin-FO10962351

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